Si algo me produce especial fastidio son las discusiones terminológicas, y la que se establece en torno al concepto de superinteligencia, desgraciadamente, lo es. La idea de superinteligencia se suele referir a una inteligencia que supera las capacidades humanas en casi todos los ámbitos, incluyendo la creatividad, la resolución de problemas, la inteligencia social y otros. El concepto se discute a menudo en el contexto de la inteligencia artificial, y representa una hipotética fase futura en la que los sistemas de inteligencia artificial podrían exceder las habilidades cognitivas humanas de manera significativa.
La definición de Nick Bostrom, se refiere a «un intelecto mucho más inteligente que los mejores cerebros humanos en prácticamente todos los campos, incluida la creatividad científica, la sabiduría general y las habilidades sociales», una inteligencia que no estaría limitada a tareas específicas como la IA actual (capaz de sobresalir en áreas muy concretas como el ajedrez, el Go, los videojuegos o el reconocimiento de patrones), sino que sería general, adaptativa y capaz de mejorarse a sí misma. Interesante, carente de lo que realmente diferencia a una inteligencia humana: la motivación y la intencionalidad.
La publicación de ChatGPT o1, anunciado por la compañía como «capaz de usar razonamiento avanzado» y que va mostrando la operativa de su proceso de pensamiento a medida que lo elabora, además ha contribuido mucho a alborotar el panorama.