Mi columna en
Invertia de esta semana se titula «Inteligencia artificial: aclarando el panorama» (pdf), y trata de construir una especie de «modelo para todos los públicos» de lo que está pasando en la industria ahora, y sobre todo, de sus implicaciones de cara al futuro ya no de sus participantes, sino de todos nosotros.
Lo que intento explicar, es que hablamos de una industria muy estratificada, en la que partimos de una gran base formada sobre todo por la infraestructura, fundamentalmente por Nvidia y sus chips utilizados para los grandes centros de datos en los que se lleva a cabo el entrenamiento y la operación de los modelos, sobre la que se asientan otra serie de compañías, que van desde la primera que marcó el inicio de esta era, OpenAI, hasta todas las que intentan competir con ella en el desarrollo de modelos: en los Estados Unidos, empresas como las big tech de toda la vida (Google, Microsoft, Meta, etc.) y otras surgidas más recientemente, como Anthropic, Perplexity y similares.
En China, marcada por las restricciones para acceder a los chips más avanzados, esas compañías además se estructuran entre las clásicas big tech (Baidu, Alibaba y Tencent) y otros nuevos competidores como Deepseek, Stepfun, ModelBest, Zhipu o Infinigence AI.