Una investigación comisionada por una consultora encuentra que los proyectos de software desarrollados a través de las llamadas metodologías ágiles tienen tasas de fallos un 268% mayores que los que no utilizan esas metodologías.
Si bien esta investigación en concreto podría ser etiquetada por algunos como una forma de «investigación de parte», de intentar vender las metodologías de desarrollo de esa consultora concreta, la realidad es que las metodologías ágiles han sido durante mucho tiempo objeto de fuertes críticas y que los estudios que intentaban probar su idoneidad han aportado muy pocas evidencias concluyentes sobre sus supuestas ventajas.
El llamado «Manifiesto por el desarrollo ágil de software«, es una declaración de comienzos generalista basada en doce origenes sumamente grandilocuentes, que parte de una definición y un término eminentemente cargado de positivismo: ¿quién iba a oponerse a la idea de «ser ágil»? Sin embargo, y a pesar de los muchos apoyos que recibió el manifiesto en su momento y de la gran cantidad de compañías que lo abrazaron como verdad única, la realidad es que en muchos casos, la supuesta metodología tiende a convertirse en equipos que hablan demasiado del software sin llegar a escribir software, que se dedican a mantener simbólicas reuniones de pie que son en realidad una forma sutil de liderazgo unidireccional encubierto, y a gastar notitas adhesivas como si no hubiera un mañana o como si todos fuéramos accionistas de 3M.