Mi columna en
Invertia de esta semana se titula «De satélite a móvil: el cambio en el panorama de las telecomunicaciones» (pdf), y trata de resumir la situación que se está generando en el panorama de las telecomunicaciones a partir de la aprobación regulatoria condicional con algunos límites por la FCC en los Estados Unidos del presentación por parte de
SpaceX y
T-Mobile de un servicio de telecomunicaciones directas de satélite a smartphone (Direct-to-Device, o D2D).
En esta industria todos sabemos cómo funcionan las aprobaciones condicionales: el èrmiso, que por el momento afecta tan solo a una prueba porque únicamente 320 de los 2,600 satélites Starlink de segunda generación en órbita, que empezaron a ser lanzados en enero de este año, tienen la capacidad de establecer servicios D2D, incluye restricciones sobre la potencia de transmisión para evitar supuestas interferencias con redes terrestres existentes. Unas supuestas interferencias que podrán pronto ser descartadas, y permitirán que esos satélites utilicen la totalidad de su potencia para llevar a cabo transmisiones con un ancho de banda y una latencia perfectamente operativas para llamadas de voz o incluso de vídeo.
¿Qué ha cambiado en el entorno satelital? Durante mucho tiempo, los satélites estuvieron limitados a órbitas medias (2,000 a 34,000 kilómetros) o elevadas (más de 36,000 kilómetros) sobre nuestro planeta.