Mi columna en
Invertia de esta semana se titula «Sobre esos viajes imposibles» (pdf), y es el enésimo intento de luchar contra esos
mitos y leyendas que muchísima gente repite absurdamente sobre el coche eléctrico y sus teóricas limitaciones: que si no sirve para viajar, que si te puedes quedar tirado, que si hay que cambiarle la batería, etc.
Con las tonterías que he escuchado a lo largo de este tiempo podría escribir una enciclopedia. Entiendo que muchos
mitos apareciesen en la primera era del vehículo eléctrico, aquella en la que teer uno era poco más que tener un carrito de golf que solo servía para hacer distancias cortas a poca velocidad por la ciudad, pero me resulta alucinante que esos
mitos persistan hoy en día, teniendo en cuenta los muchísimos avances en la tecnología del vehículo eléctrico que hemos visto en estos tiempos y que lo han convertido en una alternativa muy superior frente a la ya obsoleta tecnología de combustión interna.
Hoy, un vehículo eléctrico puede ser aún algo más caro que su equivalente de combustión interna â no en todos los casos, y no por mucho tiempo â pero el ahorro para el usuario se pone perfectamente de manifiesto cuando incorporamos el cálculo de lo que cuesta una recarga eléctrica en el domicilio frente al precio del combustible, y más aún si añadimos el ahorro en impuestos municipales, en averías y en mantenimiento.