Las elecciones de 2024 en el país más poblado del mundo,
India, en las que su presidente,
Narendra Modi, aspira a un tercer mandato, son un proceso enormemente complejo. Transcurre durante seis semanas entre el 19 de abril y el 1 de junio en siete fases en diferentes zonas del país, y convoca a 970 millones de personas de una población total de 1,400 millones para elegir a los 543 miembros del Lok Sabha, la llamada Casa del Pueblo, la cámara baja de su sistema bicameral. Los resultados se anunciarán el día 4 de junio.
A todos los efectos, un proceso con semejantes dimensiones y en un país con tanta relevancia estratégica deberían servir como un enorme laboratorio para entender lo que puede ocurrir en otros procesos electorales. A pesar de las enormes diferencias de la sociedad
india con la de otras democracias, muchos de los potenciales problemas derivados de la explotación de vulnerabilidades sociales se exacerban ante semejantes dimensiones, y permiten comprobar efectos que, en otros procesos electorales, pueden pasar más fácilmente desapercibidos.
La primera evidencia del proceso electoral indio en curso es que, toda herramienta tecnológica que pueda ser apalancada para tratar de obtener una ventaja propagandística, lo será.