Es uno de esos casos en los que te tienes que frotar los ojos para intentar creerte lo que estás viendo: una boda en el que la esposa, tenía una fuerte alergia alimentaria a los frutos secos y a los derivados lácteos, se sentó a comer en un restaurante en
Disney World. Tras informar de sus alergias al personal siguiendo su habitual rutina y que le «garantizasen inequívocamente» que la comida no contenía alérgenos, se administró ella misma un EpiPen que llevaba encima, pero tuvo que ser trasladada a un hospital, en donde falleció debido al elevado contenido en alérgenos de la comida que le había sido servida.
Lógicamente, para encontrarse primero con que la compañía intentaba primero eludir su responsabilidad diciendo que el restaurante era una concesión, y que su relación con la compañía era de «propietario e inquilino». Pero posteriormente, además, la compañía afirmó que el caso tenía que ser dirimido sin recurso a los tribunales y mediante arbitraje, porque el marido había firmado una cláusula en la que renunciaba a llevar a juicio a la compañía. ¿Dónde la había firmado? No, no en el momento de la compra de las entradas en la página web, sino⦠varios años antes, en 2019, cuando descuidadamente activó en su PlayStation una suscripción a Disney+ que nunca llegó a confirmar tras la expiración de la prueba gratuita.