Mi columna de esta semana en
Invertia se titula «Hablando con robots» (pdf), y habla del creciente desarrollo de inteligencias artificiales generativas capaces de contestar una llamada de teléfono y de obtener de manera perfectamente eficiente toda la información necesaria para obtener del usuario y facilitarle todo lo que necesite para llevar a cabo una operación determinada.
La inmensa mayoría de los usuarios reaccionan con prevención y de manera negativa ante la idea de hablar con un robot, fundamentalmente porque los antecedentes que teníamos eran espantosamente restringidos y proporcionaban una experiencia lamentable, un sustitutivo de muy baja calidad para lo que era una conversación con una persona. Sin embargo, los asistentes conversacionales actuales son perfectamente capaces de dar este servicio de manera muy competente y sin las limitaciones de un ser humano que no puede hablar con competencia profesional todos los idiomas y que puede perfectamente tener días malos y buenos.
De hecho, un cliente no sería capaz de saber si ha hablado con una persona o un robot, de no ser porque, al menos en los Estados Unidos, se ha generado el consenso para avisarlo al inicio de la conversación en modo «soy un asistente llamado Fulanito para el restaurante Casa Menganito», algo que también puede merecer una reflexión y que me lleva a plantearme su idoneidad.