Cuando
Elon Musk anunció la adquisición de
Twitter y se dedicó a destruirla completamente para convertirla en una X que, la polémica que acompaña siempre al personaje hizo que muchos clientes empezaron a buscar alternativas para lo que se ha dado en llamar microblogging, un efecto que se ha reforzado más aún cuando el mismo personaje sufrió algún tipo de lesión cerebral â es difícil explicárselo de otra manera, â se transformó en un acólito de las tendencias más ultraconservadoras en los Estados Unidos, y se puso al servicio nada menos que de Donald Trump.
Esa búsqueda de alternativas tiene un primer problema: en el caso de un servicio como
Twitter, salir de ahí para dejárselo al personaje en el que se ha convertido Musk y a sus acólitos es algo que da verdadero asco, lo que tiende a implicar que muchos clientes sigamos publicando ahí a pesar de todo. Pero eso no implica que no sigamos buscando alternativas, en la que empezó teniendo un relevante ventaja Mastodon y fueron apareciendo muchas otras, desde alternativas de código abierto o de gestión distribuida, hasta otras patrocinadas por compañías nocivas e indeseables a las que muchos no queremos entregar ni un solo gramo más de información.
En esa carrera, Bluesky jugaba con algunas ventajas, aunque no todas se convirtieron en sostenibles.