Un artículo largo en
The New York Times, «China creates its own digital currency, a first for major economy«, pone claro el valor de la iniciativa
china de creación de su moneda digital, y las posibilidades estratégicas que le otorga de cara a evitar posibles bloqueos norteamericanos a sus compañías, de avanzar en su papel en las transacciones internacionales, y de ganar en control sobre los movimientos de su economía en tiempo real.
Las stablecoins, o monedas digitales vinculadas a un activo o una cesta de activos concretos, son vistas por muchos como el paso previo a las criptomonedas: de control aún completamente centralizado y ejercido por un regulador que puede ser un banco central o algún otro tipo de entidad, ofrecen una comprensión mayor de la evolución a los usuarios, que siguen viendo tras ellas el mismo tipo de respaldo que tenían las de papel. Que ese respaldo, que el de una criptomoneda que únicamente emite una cantidad fija de unidades en función de su algoritmo regulador supone, como tal, un salto de fe que a muchos les cuesta plantearse: pasar a confiar en la matemática en lugar de hacerlo en una autoridad centralizada con capacidad para manipular el valor de una moneda es, como tal, una propuesta de valor que aún escapa al entendimiento de muchos.