Las perspectivas que están teniendo lugar en torno a la
carne cultivada o
carne artificial me parecen cada día más interesantes: la semana pasada, y pendientes aún de localización exacta, se aprobaron en los Estados Unidos los planes para la construcción de la mayor factoría del mundo de producción de
carne cultivada en biorreactores por parte de
Good Meat, más del doble que la construida el pasado año en Israel por Future Meat, y basta con hacer unas cuantas búsquedas o seguir un poco el tema para encontrarnos fácilmente con inversiones, lanzamiento de productos y anuncios similares que prueban el buen momento de la tecnología.
¿Dónde está el verdadero interés por la
carne cultivada? Además del obvio beneficio medioambiental y de la búsqueda de un consumo más ético en el que se reduzca el nivel de sufrimiento de los animales que proveen la
carne, la idea más relevante es que el cultivo de células en biorreactores sigue una dinámica exponencial: el proceso de división celular posibilita un rendimiento de este tipo, es razonablemente fácil de llevar a cabo con unas normas de higiene muy accesibles, y por tanto, los beneficios para las compañías que logren poner en el mercado su producto y solventar el rechazo de los consumidores podrían lograr beneficios muy importantes.